jueves, 15 de febrero de 2007

Revista Fénix

Presentación

"La reforma de la conciencia sólo consiste en hacer que el mundo cobre conciencia de sí mismo, en despertarlo de la ensoñación que de sí mismo tiene, de explicarle sus propias acciones [...] Si la construcción del futuro y el resultado final de todos los tiempos no es asunto nuestro, es todavía más claro lo que debemos lograr en el presente: me refiero a la crítica despiadada de todo lo que existe, despiadada en el sentido de que la crítica no retrocede ante sus propios resultados ni teme entrar en conflicto con los poderes establecidos".
Carlos Marx, Carta a Arnold Ruge, septiembre de 1843
[1].
En el mundo de hoy en que tanto se pregona el fin de la historia para dar paso al inicio de la posmodernidad, en que se ha declarado el fin de las ideologías, para presentar la democracia formal como el objetivo a alcanzar en todo el mundo, en que el antagonismo entre trabajo y capital se supone cosa del pasado, en que el libre mercado se erige como la ley suprema que rige las relaciones entre individuos y entre las naciones, en fin, en donde el capitalismo se ufana de haber derrotado a los distintos experimentos socialistas del siglo XX, y con ello cree haber sorteado el obstáculo que le representa el proyecto teórico fundado por Marx en el siglo XIX y que constituye la única crítica radical a la deshumanización capitalista, resulta una necesidad imperiosa declarar que el acta de defunción que le fue expedida al marxismo carece de todo fundamento, más bien nunca lo tuvo, el marxismo no ha muerto y hoy tiene más vigencia que nunca.

Al contrario de cómo el capitalismo imaginó la vida posmoderna, sin una alternativa real que se le oponga, la humanidad enfrenta una aguda crisis económica y política. El capitalismo, lejos de ser capaz de ofrecer propuestas medianamente sólidas para superarla, ha colocado a la humanidad al borde del abismo. Para muchos, el derrumbe en las postrimerías del siglo pasado de la Unión Soviética –el socialismo realmente existente– significó el golpe definitivo que el capitalismo asestó al socialismo, y abrió paso a un periodo de incertidumbre del que se pensó no sería capaz de reponerse, sin embargo, con el desmoronamiento de la URSS, el marxismo fue liberado de la carga que el dogmatismo estalinista representaba, así, sin tener ya que enfrentarse a la deformación que ese paradigma suponía, el marxismo tiene ante sí la oportunidad de renovarse, de reconstruirse, de renacer. Es la ocasión para que el marxismo se ponga a la vanguardia en un momento en que existe un amplio espectro de movimientos, la mayoría de resistencia, que no terminan de articularse, que con frecuencia, en medio de su pluralidad, tienen objetivos poco claros y no son capaces de ir más allá de su oposición y proponer un proyecto de transformación, por tanto, no saben con certeza a dónde pretenden llegar. A esta coyuntura debe su nombre nuestra publicación –Fénix–.

El fénix era una majestuosa ave que representaba la inmortalidad y la resurrección. Según la mitología egipcia, el fénix cuidaba del mundo y sus criaturas durante 500 años, al llegar la hora de su fin, construía una hoguera con sándalo y otras maderas perfumadas que arrojaba a ella, y mientras entonaba su más bella tonada, se consumía por acción del fuego hasta que una joven y nueva ave surgía de sus cenizas.

Fénix es un proyecto colectivo, ya desde hace tiempo añorado, que intentará recoger las reflexiones de quienes lo formamos, inspiradas por la discusión que se ha generado a lo largo de los últimos años en círculos de lectura marxista. Es un esfuerzo por abrir un espacio crítico de análisis y debate. Su contenido serán propuestas de interpretación de la sociedad y el mundo en que vivimos, utilizando como herramienta el proyecto teórico marxista, el cual constituye su argumento central.

La publicación no pretende que el lector adopte una determinada posición política, ni que acepte como verdad absoluta lo que aquí se publique, por ello, contaremos siempre con un espacio para que el lector que disienta de las posiciones formuladas, pueda expresar su punto de vista. El quid del asunto es entonces que el lector reflexione, si así sucede, parte del objetivo se habrá cumplido, porque entonces empezarán a cuestionarse las estructuras del sistema y ése es, por lo menos, el principio.

[1] Véase: Marx, Carlos. Escritos de Juventud. FCE. trad. de Wenceslao Roces.

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