domingo, 26 de agosto de 2007

Artículos Fénix: Núm 2, Crisis del Capitalismo




“Las crisis modernas son los momentos en que la normalidad no puede seguir si no separa lo “progresivo” de lo “retrógrado” y depura lo primero de lo segundo (…)”.
Bolívar Echeverría

En la actualidad nos enfrentamos a la crisis del sistema capitalista más prolongada y con estragos más profundos que se haya vivido. Lo que ha venido generando una serie de movilizaciones a lo largo de todo el planeta, en las que se puede escuchar una fuerte oposición hacia el neoliberalismo y la globalización, pero el enemigo no se tiene plenamente identificado. Lo más grave es que nos hemos acostumbrado a vivir con ella, por lo que nuestra capacidad de oposición se presenta como actos desesperados que no logran articularse.
Este número esta dedicado a discutir como se expresa esta crisis, cuales son sus causas y sus consecuencias.
Revista Fénix




Crisis capitalista y movimiento social

“Es natural que las convulsiones se produzcan antes en las extremidades del cuerpo burgués que en su corazón, ya que a este órgano le es más fácil que aquellos encontrar las posibilidades de una compensación.”
Karl Marx
De Mayo a Octubre de 1850

El ejercicio reflexivo y el rescate de las experiencias históricas de la lucha del proletariado, así como el de las revoluciones precedentes dentro del sistema capitalista, es una fuente incomparable de ayuda, en la posibilidad de determinar las tareas actuales de las clases explotadas, lo cual significa conocer exactamente las condiciones objetivas de su lucha, por ello el análisis de la actual crisis económica constituye el punto de partida de cualquier orientación sobre los objetivos y las tareas de la clase trabajadora.

I. El encuentro de Marx con la revolución

Con los movimientos revolucionarios ocurridos en Europa durante los años de 1848 y 1849 se cierra el primer gran círculo histórico del desarrollo capitalista, contra las percepciones optimistas de los participantes, las insurrecciones, revolucionarias no muestran el agotamiento histórico del capitalismo, sino la poderosa onda expansiva que experimentará posteriormente, sin embargo, esta nueva onda expansiva incluirá necesariamente un nuevo actor: las revoluciones de 1848 plantean ya abiertamente la lucha entre la burguesía y los trabajadores. En el ciclo que se cierra, el capitalismo ha alcanzado un grado elevado de desarrollo y junto con él, el movimiento de los trabajadores, hasta llegar al punto en que la parte conciente de estos pone la revolución social de los trabajadores a la orden del día.

Dirigidas en primer término contra las monarquías absolutas y contra los residuos del feudalismo europeo, las revoluciones de 1848, tienen un afilado carácter antiburgues; el fantasma preconizado en el manifiesto comunista, se corporiza; son los trabajadores pobres los que están en las primeras líneas de las insurrecciones de Berlín, Paris, Milán y Viena, son los que mueren en las barricadas de las ciudades, y son también los que en algunos casos, exigen algo más que libertades democráticas.

Si bien se considera el estallido revolucionario de 1848 como la única experiencia de acción directa que tuvo Marx en movimientos revolucionarios, y se destaca el papel fundamental de esta experiencia en su formación, es a la derrota de estos movimientos, que Marx al analizar las condiciones anteriores y la coyuntura política previa a los levantamientos, que estima la coincidencia cada vez más ineluctable entre la crisis económica y la revolución social, “semejante revolución (escribe Marx en 1850) solo puede darse en aquellos periodos en que las modernas fuerzas productivas y las formas burguesas de producción incurren en mutua contradicción” , la posibilidad de nuevos movimientos revolucionarios estará entonces en relación directa con el advenimiento de nuevas crisis económicas.

II. La larga crisis y sus efectos

Los conflictos y contradicciones crecientes en las sociedades capitalistas avanzadas provocan que el capital sólo pueda desenvolverse a si mismo mediante interrupciones catastróficas y periódicas, las cuales se vuelven inherentes al sistema, el objetivo primario de la crisis, no es el de llevar al capitalismo a su destrucción, sino el de restablecer una y otra vez las condiciones de su funcionamiento; las malas cosechas, las guerras, la sobre especulación, la subida artificial de los precios, etc., no son causas que expliquen la crisis como fenómenos repetitivos, sino únicamente síntomas o fenómenos que retardan la crisis.

En este sentido ¿cuál es la dinámica de las esperanzas revolucionarias vinculadas con la crisis tan prolongada que aqueja al sistema? En primer termino debemos considerar que los periodos de crisis son periodos particularmente favorables para el desarrollo de la conciencia revolucionaria, y en un segundo momento determinar que el adversario del capital tanto en sus periodos de auge como en los de decadencia está representado por la clase obrera; pero es solamente en los periodos de crisis prolongada que esta oposición asume un carácter irreconciliable, ya que esta, cuestiona la propia existencia de las grandes masas de trabajadores, la crisis sólo puede resolverse a costa de estos, provocando, el empobrecimiento general, absoluto y continuo del proletariado; cada crisis prolongada abre la posibilidad de la agudización de la lucha de clases que puede conducir a la destrucción del sistema, siempre y cuando las condiciones objetivas: proporcionadas por la propia crisis, traigan consigo una disposición subjetiva favorable para cambiar las relaciones sociales de producción.

Del mismo modo que el propio desarrollo capitalista, el de la conciencia no es un proceso continuo, va acompañado de avances y retrocesos, de acuerdo con la dinámica de la acumulación de capital. Si el proceso de acumulación cayese en un estado permanente de crisis, cabria esperar que la conciencia revolucionaria creciera con la continua agudización de las contradicciones de clase. Sin embargo la prolongación o profundización de la crisis no significa que el desarrollo de la conciencia conduzca al proletariado a posiciones revolucionarias; este puede ser desviado hacia direcciones que responden a los intereses de la clase dominante, y, efectivamente cuando una depresión prolongada amenaza al sistema, resulta esencial para las organizaciones del capital prevenir que las actividades de los trabajadores puedan retrasar la recuperación capitalista, así como resulta esencial para estas, distorsionar o desviar las demandas económicas del proletariado, que el capitalismo en crisis no puede satisfacer.

Mientras la revolución en esta etapa de dilatada crisis y periodo descendente de la lucha de clases es incierta, todas las actividades de la clase obrera en defensa de sus propios intereses poseen un carácter potencialmente revolucionario, a pesar de las desviaciones del movimiento espontáneo de los obreros que les hace entrar en los canales del capitalismo, no se pueden prevenir levantamientos sociales en escala lo suficientemente grande como para anular los controles políticos de la burguesía; siempre e invariablemente la realidad se impone, y no siempre el imaginario artificial dispone de recursos para dominar la vida real.

III. movimiento social en tiempos adversos

Aunque la mayor parte de los levantamientos y movimientos sociales actuales no son propiamente lucha de clase, estos generalmente suelen desafiar a las instituciones que se utilizan para controlar la vida diaria de la población, y que organizan el poder de la clase dominante; realizan contribuciones importantes en la redefinición de los objetivos y los valores del conjunto social, sus reivindicaciones de libertades políticas y de resistencia a los embates que minan sus condiciones económicas; contribuyen a elevar a la vida pública a grandes capas de la población que antes se encontraban inmóviles.

Aunque no se contemple otro movimiento que el de la lucha de clases histórica, la desmesurada prolongación y la abismal profundización de la crisis ha dejado su huella en la conciencia y en la vida de la población, las acciones autónomas de los trabajadores son potencialmente explosivas, el descontento se generaliza; contra los cantos capitalistas que pregonan diez mil años de dominación, hay que anteponer la necesidad de un cambio radical y la seguridad de este…Una nueva revolución solo podrá surgir como consecuencia de una nueva crisis. Pero es tan segura como esta…

Jenofonte




Después de la tempestad ¿la calma?


Tras casi un cuarto de siglo de gobiernos de corte neoliberal en México, el nivel de vida del grueso de la población ha sufrido un progresivo deterioro en un grado tal que comienza a volverse insoportable. El proyecto neoliberal ha hundido a diversos sectores de la población, los campesinos, los indígenas, la clase trabajadora y una amplia fracción de la clase media en un proceso de pauperización evolutivo. La nueva política económica golpea por igual a los trabajadores del campo y la ciudad, a los pobres y los no tan pobres, a los pequeños y medianos empresarios que dependen del mercado interno, a los jóvenes a los que no ofrece posibilidades de desarrollo. El desempleo, la proliferación de trabajos precarios, la elevación de la tasa de explotación, la reducción del poder adquisitivo, la pérdida de prestaciones y derechos sociales y la agudización de la desigualdad entre ricos y pobres son sólo parte de una larga lista de perjuicios causados por el neoliberalismo en México.

El capitalismo moderno representa hoy la barbarie. Tal situación ha causado una cierta confusión al identificarse al neoliberalismo como un capitalismo salvaje, sin embargo, esta confusión resulta peligrosa porque desde esa óptica el capitalismo propio del Estado de bienestar aparece como un capitalismo “más humano” (vaya utopía). Si bien es cierto que el modelo económico capitalista anterior al Consenso de Washington fue capaz de ofrecer a las clases no propietarias, principalmente en los países más desarrollados, condiciones de vida menos desfavorables que las que el neoliberalismo ofrece, no deja de ser capitalismo, por tanto, la explotación y la apropiación del trabajo ajeno se mantuvieron intactas.

En México, 2006 apareció como un año clave, por ser un año electoral, por esperarse la elección más competida de la historia, por que la “izquierda” tenía por primera vez posibilidades muy serias de ganar la Presidencia de la República, pero sobre todo porque la democracia, único canal legitimado por el sistema como factor de cambio, se presentaba en una sociedad altamente conservadora como la vía para cambiar sus condiciones de vida. El razonamiento era simple, sólo con el voto podría cambiarse el orden existente.

Así aparecen en la palestra dos opciones: por un lado, la Coalición por el Bien de Todos y su popular candidato Andrés Manuel López Obrador, que combinó una crítica al neoliberalismo, con la esperanza de reconstruir un capitalismo nacional y una política distributiva del ingreso, y por el otro, el PAN y el PRI, las dos versiones de la política neoliberal, al servicio de los grandes capitales, principalmente financieros, sumiso ante el poder político estadounidense y cuyo plan de gobierno incluía la privatización de la salud, la educación, el sector eléctrico y energético, además de que tanto los sindicatos, las prestaciones laborales y empleos bien pagados suponen para ellos un lastre que obstaculiza la competitividad.

El agravio

El triunfo de la “izquierda” el 2 de julio de 2006 habría supuesto la pretendida consolidación de la democracia en México. Su política redistributiva habría servido como paliativo para atemperar la pobreza de muchos mexicanos lo que habría apaciguado el descontento popular. Cambiar algo para que nada cambie, habría sido una jugada brillante que supondría la recomposición parcial de la dominación burguesa que daría continuidad al proceso de explotación, sin embargo, tanta lucidez no es de esperarse en la clase dominante mexicana.
No existió acuerdo entre las distintas fracciones de la burguesía y se inició una batalla, que incluyó la utilización de todos los medios posibles, hasta los más inmorales, para ganar la elección. Los resultados no fueron los previstos por la “izquierda” y ésta sostuvo entonces que los comicios habían sido fraudulentos, aunque no pudo demostrarlo de forma contundente, sus sospechas se encontraban bien fundadas dada la actitud de la derecha mexicana (la intervención del Estado, la campaña del miedo, las irregularidades el día de los comicios). AMLO no estaba dispuesto a resignarse y aceptar así como así el robo de la elección y encabezó un combativo movimiento de resistencia civil en el marco de una aguda polarización, de manera que la confrontación fue adquiriendo carácter antagónico. AMLO movilizó a millones de personas indignadas por la “traición a la democracia”, es decir, la democracia que había sido proyectada como una de las más grandes conquistas del pueblo mexicano se derrumbaba de pronto, el agravio consistía en la imposición que la derecha en el poder hizo “desoyendo el mandato popular y quebrantando el derecho del pueblo de elegir a sus representantes”. La frecuencia y la afluencia de las movilizaciones eran inusitadas, además en la mayoría existía una gran disposición a moverse si su esfuerzo resultaba efectivo, el correr de los días y las adversidades enfrentadas no parecían minar el entusiasmo de los simpatizantes de AMLO.
La representación política del sistema capitalista estaba siendo fuertemente cuestionada en la calle. Además de la resistencia contra el fraude electoral, se presentaban otros movimientos, Atenco, Oaxaca, SICARTSA, que no eran otra cosa que la expresión de la crisis estructural de la política económica, las instituciones y el sistema político. Pero ¿cuánto podría, sin embargo, durar la efervescencia popular antes de que se presentara un proceso de reflujo y estabilización de la institucionalidad del sistema? ¿Podría la inconformidad resultado del proceso electoral ir más allá de éste? ¿Existe una alternativa viable que rompa con el neoliberalismo?
La CND, el FAP, y el Dialogo Nacional
La CND surge, a decir de su dirigencia, como una iniciativa para organizar la resistencia civil pacífica de la sociedad y exigir el respeto a la voluntad popular, es un dialogo por la libertad, la justicia y la democracia entre las diversas expresiones sociales, políticas y culturales de la nación y que tiene como propósito decidir, con representantes de todos los pueblos del país la posición que se tomará dadas las circunstancias post-electorales. Sin embargo, la reunión masiva de más de un millón de personas que en una tarde votó levantando la mano y aclamando estridentemente las propuestas de su dirigente, es muy distinto a una convención de delegados verdaderamente representativos de las diversas expresiones de la sociedad, electos democráticamente tras un proceso de discusión del cual broten propuestas y posiciones para conformar un programa que exprese con claridad los fines y los medios.
Combatir la pobreza y la desigualdad; defender el patrimonio nacional; combatir la corrupción y los privilegios; y la purificación de las instituciones, son los puntos del programa básico de la CND, los cuales crean más consenso entre la izquierda que los poco concretos 50 puntos que AMLO propuso en campaña. Sin embargo, es necesario dejar en claro que la pobreza y la desigualdad son sólo términos relativos, que no expresan contundentemente que el problema es la explotación y el despojo. La defensa del patrimonio nacional no implica pugnar por la socialización de los medios de producción y los frutos del trabajo. La corrupción no es sino expresión de la crisis de la sociedad capitalista y no la causa de ella. La purificación de las instituciones no será otra cosa que el reforzamiento a la mistificación de estas, sobre el cual se justifica la explotación y la dominación.
El FAP es una alianza de partidos que se conformó ante el riesgo de dejar aislado políticamente al movimiento encabezado por AMLO y tiene como propósito mantener lo ganado por la Coalición por el bien de todos y aglutinar a organizaciones sociales, campesinas, sindicales e intelectuales para enfrentar a la derecha en el poder, combinar el activismo en el Congreso y la acción fuera de este y desarrollar una organización de masas unida y con cohesión ideológica en la que habrá de apoyarse el gobierno paralelo de AMLO. Combatir efectivamente a la derecha oligárquica supone la conformación de una coalición de todas las fuerzas de izquierda con base en un programa y una táctica común que exige claridad en las definiciones y en las propuestas y coherencia entre las palabras y los actos. Por ello debe entenderse que ya no se trata de ganar elecciones, por tanto, se deben dejar de cuidar las formas como si se estuviera en campaña y dejar de sumar a personajes obscuros como de los que se echó mano antes de la elección por la cantidad de votos que representaban. Además debe superarse el corporativismo, el clientelismo y la dependencia, en una palabra, superar la forma partidista de hacer política.
El Dialogo Nacional es convocado por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), que se ven amenazados pues el sector energético se encuentra en la mira de la privatización, reúne a cientos de organizaciones obreras, políticas, sociales, indígenas y campesinas para la conformación de un amplio frente social en defensa del patrimonio nacional. Cierto es que a él se adhieren muchos de los sindicatos charros que actúan siempre traicionando los intereses de su base pero también se suman sindicatos independientes y muchas otras organizaciones que de manera honesta luchan por mejores condiciones de vida para los trabajadores y que creen en la construcción de un proyecto de país distinto. Además de la no privatización, su plataforma de lucha incluye la defensa de las condiciones de vida, trabajo y bienestar de los mexicanos, así como de las libertades democráticas y la soberanía política, y se declara antineoliberal. Su plan de lucha define con cierta claridad posiciones, objetivos y acciones a llevar a cabo. Así, aspira a pasar de ser la expresión del movimiento sindical al frente de lucha capaz de aglutinar a todos los oprimidos.
La construcción de una fuerza política revolucionaria y anticapitalista
Es necesario aclarar que la reforma del Estado, la consolidación de la democracia y la defensa del patrimonio nacional no son los intereses verdaderos del proletariado, sino la lucha por la mejora de sus condiciones de vida en el corto plazo y la destrucción del capitalismo en el largo plazo. Sin embargo, la individualización de la sociedad capitalista ha repercutido directamente en la capacidad y el ánimo organizativo del proletariado, la derecha mantiene su hegemonía en la correlación de fuerzas y la influencia de la izquierda socialista es muy reducida. Pero en torno a los movimientos sociales que han explotado en los últimos meses se ha generado un proceso muy interesante, que produce un halo de esperanza. La conciencia ha aumentado, movilizar millones de personas no hubiera sido posible sin la audacia y la solidaridad de gente que se organizó de forma espontánea en asambleas populares y encontró que sus vecinos padecían lo mismo que ellos y que además estaban dispuestos como ellos a movilizarse, es decir, comenzaron a reconocerse como miembros de una misma clase. Así mismo, en Oaxaca poner en jaque al gobierno estatal no hubiese sido posible sin la solidaridad y unidad del pueblo oaxaqueño. En ambos casos la gente no sólo salió a la calle a expresar su descontento sino que fue capaz de organizarse de forma independiente y reapropiarse de la política. Esa efervescencia e impulso de las masas no puede dejar de ser rescatable, en ellos se ha revivido la lucha de clases. La tarea de la izquierda socialista es exacerbar esa lucha de clases, aclarar los puntos que generen confusión y denunciar las acciones que vallan en contra de los intereses de la clase obrera para que la movilización popular adquiera cada vez más un signo radical y anticapitalista. De ello depende que de la tempestad no siga la calma, si no es para tenerla por siempre…

Dr. Rouge




¿Qué es el sistema de seguridad social y qué implicaciones tiene la nueva Ley del ISSSTE?

Antecedentes de la seguridad social

La seguridad social es un sistema de seguros dirigido por el gobierno que proporciona recursos financieros y servicios médicos a las personas impedidas por enfermedad o por accidente. Los recursos para mantener estos programas se obtienen de las contribuciones de los trabajadores y los capitalistas, vía impuestos.

El primer país que instauró un sistema de seguridad social a escala nacional fue Alemania. El canciller alemán Bismarck obtuvo la promulgación de una ley de seguro obligatorio por enfermedad en 1883. Diferentes tipos de seguridad social se implantaron en el siglo XIX en otros países de Europa como Austria-Hungría; Noruega, en 1909; Suecia, en 1910, y Gran Bretaña y Rusia, en 1911. En 1924, se crea el primer seguro social en América Latina, en Chile.

El seguro social (sistema de reparto)

Los sistemas de seguridad social se coordinan a menudo con otros mecanismos de seguro social como programas de pensiones, de subsidio al desempleo y de compensaciones laborales.

El programa de pensiones en México practica el sistema de reparto, mismo que se basa en la contribución colectiva de los que laboran actualmente con una parte de su salario (3%), que sirve para mantener los últimos años de vida de los que laboraron cuando estaban en edad productiva, que por lo regular es de los 18 a los 60 años.

Este sistema implica que el descuento hecho al salario se entrega a los pensionados, por eso se llama sistema de reparto, debido a que los recursos obtenidos gracias a las contribuciones, se reparten inmediatamente entre los jubilados.

Se habla de que el sistema de reparto está en crisis, debido al cambio poblacional. Esto implica que son cada vez más los jubilados que los que trabajan, por lo que los fondos para repartir se reducen, esto genera presiones fuertes para el gobierno, ya que si no alcanza la cotización actual que se hace, el gobierno tiene que cubrirla con recursos públicos.

Algunos expertos en el tema aseguran que la relación mínima en cuanto a la cotización debe ser de seis a uno, es decir, la jubilación de cada pensionado debe ser cubierta como mínimo por la cotización de seis trabajadores. Hoy en día, esta relación es de 3.8 a uno, lo que es una señal de que este sistema efectivamente se encuentra en crisis.
La solución fue cargarle este peso a los nuevos trabajadores, fomentando el individualismo, con la cantaleta de: ¡esto no les va afectar a ustedes, sólo aplica a las nuevas generaciones!, lo que ha generado división entre todos.

Esta nueva ley nunca fue debatida abiertamente, simplemente se acordó entre las diferentes fracciones representantes del capital (diputados y senadores) con ayuda de los líderes sindicales, que de manera poco combativa han desalentado nuestra organización y nuestra toma de conciencia.

No se habló de la posibilidad de cambio del régimen fiscal actual, en donde no se les cobran impuestos a las grandes empresas y, sin embargo, cada vez se trata de inventar nuevos impuestos para que sean absorbidos por nosotros, los trabajadores.

Existe la posibilidad de que se transfiera una cantidad de recursos provenientes del impuesto al consumo, para crear un nuevo sistema de seguridad social, que consistiría tentativamente en asegurar a toda la población
—incluyendo a la gente que no cotiza—, no sólo asegurando la parte de jubilación y salud, sino que también permita tener un seguro de desempleo o incluso que apoye a las madres solteras.

Éste se podría mantener debido a que las personas que tienen un ingreso más alto que son los que más consumen, de manera obligada asuman una mayor contribución.

Por supuesto que esta alternativa se encontraría llena de baches, ya que los que tienen ingresos más altos no aceptarían fácilmente que con los recursos que ellos aportan, se mantenga un sistema de seguridad social integral. Lo que implica que hay intereses económicos y políticos que se verán afectados con una propuesta de este tipo. Y como los que mandan en este país son los que tienen más dinero, “es preferible” cargar todo este peso bajo las espaldas de los trabajadores.

La nueva Ley del ISSSTE

Se basa en el sistema de capitalización, el cual necesita de la aportación mensual de los trabajadores, pero en el sentido de cuenta de ahorro individualizada, es decir, rompe con el carácter colectivo que tiene el sistema de reparto. Además, estos fondos no serán manejados por el gobierno, sino que se pondrán a disposición del Pensionissste y los bancos. Ésa es la razón por la que se crearon las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores).

El problema que nuestro fondo para el retiro esté en manos de los bancos implica que es susceptible a las crisis económicas, por ejemplo, si en estos momentos ocurriera un desplome de la economía como en 1994, nuestro ahorro simplemente se haría trizas, y el gobierno intervendría para rescatar a los banqueros, como ocurrió con el Fobaproa (actualmente IPAB), sacando recursos de nuestras contribuciones.

Esta “nueva” ley no tiene nada de nueva, ya que este sistema de capitalización es el que practicaban algunos países europeos y Estados Unidos hasta antes de 1929, y entró en desuso, ya que la crisis económica mundial de ese año —iniciada con la caída en la Bolsa de Nueva York— destruyó los fondos de los pensionados. Un ejemplo más reciente es el que presentó Argentina en 2002, en donde se desmoronó su sistema financiero, arrastrando los fondos de jubilación de los trabajadores argentinos, lo que derivó en movilizaciones masivas. Estos ejemplos sólo muestran la inoperancia de esta legislación.

Aparte del problema financiero, también nos encontramos con la obligación de aportar una mayor cotización, es decir, habrá un descuento mayor de nuestro salario (6%), que sirve para formar el fondo de retiro que nos permita sobrevivir ya cumplida nuestra edad laboral, misma que se acrecentó 10 años, con la justificación de que el desarrollo de la medicina ha aumentado la longevidad. El monto que recibimos actualmente es igual a 100% de nuestro último salario percibido, bajo está nueva ley tendremos que calcular nuestro fondo de jubilación de la siguiente forma :

Supongamos que se percibe un salario de 10 mil pesos mensuales.

Ahora tendremos que descontar 6% que nosotros aportamos y 5% que el gobierno aporta, estas dos aportaciones son por concepto de cesantía y vejez; 2% por concepto de retiro, 5% por concepto de Fovissste, 1% por concepto de cuota social —estos rubros también los aporta el gobierno—. Ello suma aproximadamente (por el redondeo) 20% de nuestro salario; además se tiene la posibilidad de aportar voluntariamente más de 6% obligatorio. El gobierno para incentivar el ahorro, ofrece 6.5%, si nuestra aportación rebasa 2% de nuestro salario.

Sacando el porcentaje total se aproximaría a 28% de nuestro salario; lo que representa una cantidad de 2 mil 800 mensuales, multiplicados por 12 meses, nos da una cantidad de 36 mil 600 anuales, multiplicados por 40 años de trabajo, nos da una suma de un millón 344 mil pesos. Pensando en que sobreviviremos 20 años más, después de jubilarnos. La cantidad se tiene que dividir entre 20, lo que da una cantidad de $67,200 por año, pero como lo percibiremos mensualmente, hay que dividir nuevamente entre 12 meses, lo que nos da una cantidad de 5 mil 600 pesos. Por lo que nuestra tasa de reemplazo será de 56%, y ya no de 100% como en el sistema de reparto. Esto implica que cotizamos más y recibimos una menor cantidad de dinero para nuestro retiro. ¡Esta es la nueva ley!

La forma de engañarnos a los que estamos en el sistema de reparto es ofrecernos un suculento bono, que por supuesto es parte de los descuentos hechos a nuestro salario. No nos dejemos llevar por espejismos, ese dinero no lo vamos a poder retirar. La suma de dinero que nos ofrezcan es con la que empezará nuestra nueva cuenta individual, pero si lo vemos más detenidamente, aparte de quitarnos el doble del monto salarial actual (pasará de 3 a 6%), que de entrada es raquítico, recibiremos un monto menor, sin contar los aumentos de precios, que es otro golpe a nuestro poder adquisitivo.

La nueva estrategia para calmar la tensión política es desviar el descontento hacia el terreno jurídico, por lo que la lucha política en las calles está siendo sustituida por el trámite de los amparos, en donde la lógica es la siguiente: ¡sálvese quién pueda! No basta con ampararse, eso es lo que se quiere promover a toda costa, la idea no es, que cada uno se las tenga que arreglar, eso rompe con el carácter solidario de las movilizaciones. Incluso los líderes sindicales de algunos hospitales tramposamente están promoviendo el trámite de los amparos, fijando una cuota de $700.

Por lo que quedan varias interrogantes:
a) Realmente el gobierno, tal como lo repite Felipe Calderón (por todos los canales de televisión), utilizará los recursos para crear escuelas hospitales, etcétera, o lo utilizará para crear nuevas vías de comunicación (aeropuertos, carreteras, etcétera) para incentivar la inversión privada (nacional y extranjera), de tal manera que sigan acrecentando sus ganancias a costa de nuestro trabajo -política anticrisis-.
b) Serán tan buenas personas los banqueros que no especularán con nuestros fondos para el retiro, con el riesgo de que nos jubilemos con las manos vacías si hay alguna crisis financiera (como ocurrió en Argentina en 2002).
c) ¿Entonces, a quién beneficia esta ley, a nosotros o al gran capital?

Resumiendo, nuestro seguro social no es propiamente un derecho, sino que forma parte de nuestro salario; nosotros, con nuestra contribución directa, le damos vida y lo mantenemos, es una forma de solidaridad entre los trabajadores jóvenes y los viejos que ya no laboran.

Esta ley es un ataque directo a nuestras condiciones de vida, va encaminada a reducir nuestro salario.

¡No a la Ley del ISSSTE!
IKV





Si lo quieres al momento
casa, vestido y sustento
y una vida cual no hay dos
ya no seas reaccionario
hazte revolucionario (o líder sindical) y que te bendiga Dios
(La casita, parodia de Armando Fuentes Aguirre)

El trabajador mexicano, Elba Esther y el neosindicalismo en nuestro país
La designación de Fernando González, yerno de Elba Esther Gordillo Morales (dirigente del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación, SNTE), como subsecretario de Educación Básica; la de Miguel Ángel Yunes, como director del ISSSTE; la de Francisco Yáñez, como titular de la Lotería Nacional, y la de Roberto Campa Cifrián, como secretario técnico del Sistema Nacional de Seguridad Pública, es sólo una pequeña muestra del enorme poder sindical que poseen la mayoría de los líderes corporativos en México.

Tales funcionarios son hombres incondicionales de la profesora Gordillo, quien desde 1989 es dirigente del SNTE, y lo será hasta 2008, debido a su tercera reelección; además se posiciona fuertemente en el gobierno federal de Felipe Calderón, gracias a la “ayuda” que le proporcionó en estas elecciones federales de 2006.

Primero fueron Fidel Velázquez y Leonardo Rodríguez Alcaine, en la Confederación de Trabajadores de México (CTM); ahora, la maestra, mujer caciquil, de gran peso en el ámbito político, que se ha enriquecido a costa de las cuotas sindicales de los mentores mexicanos. ¿Es éste un sindicalismo deseable? ¿Los trabajadores de este país merecen mejores líderes que los que hoy existen?

En retrospectiva, el sindicalismo corporativo mexicano ha significado un gran retroceso para el trabajador en nuestro país, ya que los sindicatos todavía conforman un bloque monolítico, que es sólido y poderoso, incluso ahora que día a día el obrero va perdiendo prestaciones en su empleo, gracias a las políticas neoliberales actuales.

Además, los sindicatos están corporativizados y los líderes sindicales, como la maestra, han aprovechado este espacio para beneficio personal, enriqueciéndose, y negociando posiciones ante las autoridades federales y locales para continuar con sus privilegios, en detrimento de los mismos agremiados, sobre todo hoy que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos acepta un aumento anémico de 3.9% al salario, que equivale a un peso con 90 centavos… ni para comprar un boleto del Metro.

Y menos ahora que los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional, Nueva Alianza y Verde Ecologista, junto con el presidente Calderón, efectuaron una negociación en la que excluyeron a los derechohabientes del ISSSTE, que dicen proteger, y en la que entregan el patrimonio de este gremio a los bancos y a las Afores.

Los sindicatos mexicanos no cumplen con el objetivo para el cual fueron creados: “los sindicatos tienen como fin impedir que el nivel de los salarios disminuya por debajo de la suma pagada tradicionalmente en las diversas ramas de la industria, y (evitar) que el precio de la fuerza de trabajo caiga por debajo de su valor” (tomado del Papel económico inmediato de los sindicatos, de Carlos Marx). Aclaremos, no es lo mismo sindicalismo corporativo que marxismo:

Según el site de Wikipedia: “El corporativismo se caracteriza por una rígida intervención del Estado en las relaciones productivas. Para lograr esta intervención a todos los niveles, se plantea la creación de sindicatos verticales que permitan el control. Hay un profundo rechazo a toda política económica de corte marxista. Hay una búsqueda del interés nacional, poniendo bajo el control del Estado las regulaciones de las relaciones laborales”.

En efecto, los líderes sindicales se han encargado de allanarles el camino a los dueños de la riqueza en México (como Carlos Slim y Roberto Hernández), permitiendo una mayor explotación sobre quienes crean esta riqueza con sus propias manos.

En México, lo que ha existido es el corporativismo más atroz, a través del PRI, no marxismo; ahora, el nuevo corporativismo pretende ser ejercido también por el PAN.

Hoy, ¿quién controla, quién verifica los aumentos a la canasta básica?, ¿quién defiende la precaria economía de aquellos que, de alguna manera formal o informalmente, trabajan?

Con el incremento a la leche Liconsa (28%), a la tortilla (40%), al gas natural (11%), al predio (10%) y a muchos alimentos, quedó reducido a cenizas el salario del trabajador, además de que el Estado adelgaza diariamente los servicios que supuestamente son gratuitos para toda la población, como el de la salud, dando consultas y servicios de laboratorio y rayos X con gran retraso, obligándola a acudir a instituciones particulares.

El bienestar del trabajador depende de su capacidad de organización y de movilización, de emprender acciones en grupos y no aislarse, y de poder hacer paros escalonados, de una hora… de dos, para hacerse presente en las empresas, en las fábricas, en los hospitales, en las esquinas de las calles, y apoyarse en grupos sociales, civiles y políticos afines, aunque se tenga que paralizar un sector de la ciudad por un tiempo determinado.

La unión, pero también la decisión de transformar y crear nuevos sindicatos, libres del yugo de cualquier partido político (llámese PAN, PRI o PRD) será el primer paso que dé el pueblo mexicano para enfrentar al actual gobierno federal panista, y a cualquier otro que se obstine en vivir a costa del sufrimiento de la gente, y combatir a un Estado que fomenta la ignorancia, la división y el sueño de alcanzar mejores condiciones de vida.

Los trabajadores tienen el derecho de crear sindicatos que no estén ligados a líderes corruptos como Elba Esther (SNTE), Francisco Hernández Juárez (Telmex), Elías Morales (sindicato minero), Valdemar Gutiérrez (IMSS), Carlos Romero Deschamps (Pemex), Fernando Espino (sindicato del Metro) ni a Ricardo Pontigo (ISSSTE), entre otros.

Es hora de sacudirse la tiranía de líderes corruptos, pero hacerlo unida y organizadamente, de lo contrario, cualquier esfuerzo cederá ante dirigentes charros, quienes en complicidad con el Estado mexicano y el presidente en turno, seguirán controlando la economía de los sindicalizados y de los no sindicalizados, condenándolos a una vida miserable y llevando sobre sus hombros las deudas de las clases privilegiadas de este país.

Martín Arredondo

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